nada cambia
En el fondo nada cambia, las niñas de mi generación jugaban con la barbie, que como de todos es sabido, tenía como novio a Kent, un rubiales de sonrisa eterna, más interesado por Geyperman que por la muñeca de los mil disfraces, lo que condujo a toda una quinta a la frustración anticipada… las de ahora son la generación Brats, un trío de féminas de labios siliconados y con un toque bolleril, que supongo han puesto de moda las noches de los fines de semana, el sacarse mil fotos con caras de malas y los bailes provocativos siempre entre ellas. -los buitres son los mismos antes que ahora-.
Antes, ir con una chica a una discoteca me permitía (con suerte), acceder al interior, ahora si la chica va conmigo, yo soy su aval (se lleva no dejar entrar a menores de 22, porque no consumen).
En cualquier caso, antes y ahora… estoy fuera de mi elemento, solo que hoy por hoy, no me divierto tanto observando la fauna nocturna, una de dos, o soy más resabiado y ya no provocan mi curiosidad, o sencillamente… hay poca sustancia que analizar.
Cuestión aparte es el busto femenino, que entre siliconas, sostenes de la era espacial, pactos con el diablo, burlas a la ley de la gravedad u hormonas que todo lo invaden, doy fe, ha aumentado (y si, sigo con mi costumbre de no mirar… pero me preocupa ser empitonado si no voy ojo a vizor).