Archivo de febrero de 2009

idilio

Creo que cuando alguien se toma la molestia de escribir algo, vale la pena leérselo, y para mi, la simple posesión de un libro, me parece algo casi mágico, una posibilidad de evadirme, de ponerme en la piel de otros y, con suerte, de aprender cosas divirtiéndome o de reflexionar.

Hace unos pocos días he vuelto a reencontrarme con el placer que supone leer por leer, no necesariamente libros técnicos o de texto, que es prácticamente lo único que vengo husmeando desde hace años… antes me enfrascaba con las novelitas de ciencia ficción o los bestseller heredados de mis hermanos, e impepinablemente se me iban las horas, porque soy un obsesivo de los que una vez comenzada la lectura, no puede parar hasta llegar al final.

No soy muy amigo de las cosas de segunda mano, pero con los libros siempre he hecho una excepción… no hay mejor tributo para un libro, que ser manoseado por mucha gente, y por eso soy de los que prestan (la mayoría no vuelven), y de los que piden (siempre vuelven a su dueño en perfectas condiciones y con rapidez), y cuando puedo, me voy al rastro buscando algo de lectura a precios razonables… me encantan esos cantos amarillentos de los libros cuidados, son como la expresión de la madurez de las personas, que además de las historias que anuncian en su portada, tienen también muchas más vividas de tanto rodar y rodar de mano en mano.

El caso es que ayer me llevé una agradable sorpresa cuando cargando con dos novelas, me tropiezo con un libro al que pensaba hincarle el diente en breve, «urgencias en enfermería (DAE)», de la misma colección que los últimos que llegaron hace poco a casa, así que sin mostrar demasiado interés, se lo quité de las manos al vendedor por un precio más que razonable, y hoy me he dedicado todo el día a hojearlo. Estoy contento, me parece un compendio completísimo sobre las diferentes situaciones de urgencia que se pueden presentar, separadas por patologías específicas, con explicaciones sobre el desarrollo, pautas de actuación, medicación habitual, y el apoyo gráfico necesario para entender los aspectos más farragosos dedicados a las técnicas… este ya se ha ganado un puestecillo de honor en mi librería.

Y ahora me vuelvo a leer, que en lo poco que queda de Carnavales antes de comenzar de nuevo las clases, pienso devorar dos novelitas que tienen muy buena pinta.

muestras gratuitas

Hoy he ido a la farmacia a comprar Blastoestimulina para la cura de mi amigo, y al pagar, la farmacéutica me saca tres sobrecitos y me dice «le dejo unas muestras»… yo miro aquello para ver de qué se trata, y se siente en la obligación de puntualizar «son unos antiarrugas» ¡arghhh!, no he podido evitar decirle «menuda indirecta más sutil» (se ha quedado cortada la pobre)… enfins, que ya estoy en la edad de que me bombardeen con productos para hacerme sentir más viejo de lo que soy… si no estuviésemos en crisis, seguro que sería un cliente de lo más apetecible para concederme créditos al consumo, pero tal y como va la cosa, me tendré que conformar con muestras gratuitas de cremas antiedad.

Es curiosísimo cómo son las cosas… cuando eres un pibe no tienes un duro, dificilmente te comes una rosca (o como yo, te emparejas durante un montón de años y te sales «del mercado»), estás más ocupado en conocerte a ti mismo que dispuesto a asumir a otra persona y sus circunstancias, y cuando finalmente tomas las riendas de tu vida, ya te empiezan a bombardear para encasillarte en un rol… no quiero ni pensar en cómo tienen que llevar esto las tías, a las que se les exige ser guapas, delgadas, monísimas de la muerte y que, llegada una edad, deberían estar colmadísimas de gozo con un par de churrumbeles y seguir siendo deseables para ser «normales» y que su autoestima no termine por los suelos… aún nos falta mucho, muchísimo para ser verdaderamente una sociedad libre de prejuicios y tabúes (yo, por si acaso, me quedo las muestritas, no vaya a ser que la farmacéutica tenga razón).

Me he dado cuenta de que cuanto más me encasillan, más miro hacia atrás, así que hoy traigo una canción que sonaba cuando yo tenía 5 ó 6 añazos… como era el quinto (e inesperado) hermano, y los otros cuatro se llevaban, como era habitual, un año o poco más, estaban todos en plena edad del pavo (en aquella época se decía «efervescencia juvenil»), y se encerraban cuando nuestros papis estaban fuera en una habitación, para fumar, poner un disco en el «tocata» (un chisme redondo de plástico que se tragaba el disco de vinilo y tenía altavoz incorporado), y bailotear o tramar revoluciones contra el dictador -Franco, no la figura paterna… que también-. Así que un día en el que llovía, volví ensopado de revisar mi charca favorita llena de renacuajos, y me planté frente a la puerta… olía más raro de lo habitual… una semana antes mi padre había tenido en la consulta a un hombre negro (yo jamás había visto a un negro, así que me pegué un buen rato espiándole hasta que le pregunté si su mamá no le lavaba, tras lo que él se rió con esa voz gangosa y profunda y yo me gané un azote de mi madre, que posiblemente tampoco había visto un negro en su vida, y que no alcanzó a darme el segundo, porque yo era un salvaje criado en el campo y corría como una liebre)… la marihuana había aterrizado en el pueblo de manos de aquel marine… y mis hermanos se meneaban al ritmo de la música; cuando me vieron espiando, me dieron con la puerta en las narices, y yo, con un mosqueo importante porque me daban de lado, sin saber muy bien por qué, grité «pues se lo diré todo a mamá»… ains, la puerta se abrió y salió una de mis hermanas… luego solo recuerdo que me dio unos metros de ventaja y me dijo «corre»… salí disparado hacia la casa de los vecinos, donde vivía mi noviecilla y donde solía merendar, porque su madre siempre me daba un pedazo de chocolate con pan, y eso me gustaba casi más que ella… y me giré, y solo vi una locomotora que me ganaba terreno en cada zancada, así que aterrizé humillantemente sobre la hierba mojada y solo tuve tiempo de volverme para ver horrorizado como mi hermana se sentaba sobre mi cara y aullando de placer, se tiraba un sonoro y triunfal pedo en mi jeta… ains… enfins, a lo que iba, la música que sonaba era esta…

Mama Told Me Not To Come – Tom Jones & Stereophonics

ya tengo moto de new

estoy tan contento, que no me importó que lloviera a cántaros al ir a buscarla, ni que, por olvidar mi casco en casa, me tuvieran que dejar uno que parecía un orinal (y olía como tal).
vomitar

de resto, poco más, vivo de espaldas al Carnaval viendo pelis como un poseso, saliendo de S/C todo lo que puedo, adelantando algunas cosillas de clase, y quizás lo más destacable, haciéndole unas curas a un amigo y documentándolas por si más adelante procede publicar algo al respecto… estoy contento porque en planta suelen pasar dos cosas, la primera, que nunca terminas de ver el fruto de tu trabajo, ya que los pacientes suelen irse y terminar sus curas en casa o en AP, la segunda es que no es infrecuente que sigas una línea de trabajo, y en otro turno, a alguien le de por simplificar el concepto de cura en ambiente húmedo, y volverse al betadine, con lo que es imposible comprobar los resultados de un trabajo concienzudo… el caso es que mi amigo cicatriza fatal y las dos primeras curas se las hizo él mismo siguiendo las indicaciones del médico (betadine y al aire), con lo que cuando yo le pillé, cualquier parecido a un buen tejido de granulación era pura coincidencia… no obstante, creo que se ha podido reconducir la situación bastante bien… ya veremos los resultados al final, esto es como un bonito romance, lleva su tiempo.

Mientras, ahora me viene a la mente la canción Stuck in the middle with you que sonaba en Reservoir Dogs, la primera película de Quentin Tarantino


Stuck In The Middle With You – Stealers Wheel

curioso

más curioso todavía… ¿a los puritanos americanos se les ha colado esto en un spot de TV?

y la última saga de groupama seguros con Iker Casillas (curiosamente los spots han sido rodados por Javier Fresser, el director de «Camino», película ya comentada)

vaya corte amigo…

este comentario y la réplica no tienen desperdicio… leed, leed (aquí la fuente original)

vacaciones y notas

a la excitación propia por ser el último día de clases antes de las vacaciones de carnaval, se unieron hoy las caras largas y los corrillos entre los compañeros, por sus evaluaciones de las prácticas; existe una extendida queja generalizada en relación a la evaluación que se hizo en las unidades, y es que a la mayoría, le parece que las calificaciones fueron puestas al libre albedrío, a la baja, o sin la debida imparcialidad… en mi caso, me han retorcido el brazo para que me autoevalúe, así que he optado por lo de otras veces, ponerme en un término medio estricto, y por lo que escucho por los pasillos, es la tónica general.

Vamos por partes:

1º Confundir alumno con profesional. Básicamente la idea es que el estudiante en planta despliegue un conocimiento práctico de algo que únicamente ha visto en la teoría (en ocasiones ni eso), así que se puede caer en la tentación de «marcar» a alguien por el simple hecho de no mostrar soltura en una técnica, sin tener en cuenta que las prácticas son precisamente para eso, «para aprender a hacer». Lo más perverso de este supuesto, es que hay quien ni se molesta en enseñar a hacer, sino que sencillamente adopta la actitud de «quita que molestas y me retrasas», pero eso sí, luego se permite el lujo de calificar (a este grupo en particular sí que habría que hacerle una evaluación por parte del alumno, que ya que percibe unos ingresos por formación, también habría que valorar la calidad de su docencia -o la falta de ella-). Puestos a reflexionar, el mal profesor del pasado, no tiene razón alguna para quejarse del bajo nivel formativo de alguien que pasara una vez por sus manos… al fin y al cabo, estuvo en disposición de enseñarle, pero falló.

La contrapartida está en que el alumno mantenga una actitud positiva, sea curioso, pregunte y abra bien los ojos, para que aproveche al máximo cualquier posibilidad de aprender que se le ponga a tiro, ya que el día de mañana, se tendrá que buscar la vida solo… y es que de todo hay… como en botica, y los garbanzos negros no sólo se encuentran en los sacos de legumbres.

2º Equivocar el objetivo de las prácticas. Cuando hablo de esto, me refiero a que existe una idea extendida en las plantas en relación a que el alumnado «ha de sacar el trabajo adelante», y eso es una perversión. El alumnado no es el machaca de nadie, y aunque no lo diga en la planta, toma nota de quien le delega tomar tensiones o temperaturas a todos los pacientes, mientras el otro se eterniza tomando un café… aunque por otro lado, a todo alumno le gusta que le deleguen funciones, ya que ello lleva implícito un reconocimiento al dominio de determinadas técnicas. Llegados a este punto, como en casi todo, habría que conseguir un término medio, en el que el alumno pueda desarrollar con cierta autonomía sus prácticas, sin convertirse necesariamente en un robot que repite una y otra vez las tareas más simples y tediosas, y el personal debería recordar que el alumno que se le ha encomendado, puede cometer errores cuyo último responsable será quien le supervisa… y mucho ojo con esto, que una cosa es lo que se dice por los pasillos o en las clases, lo que se cree que el alumno sabe o deja de saber, o la tendencia de muchos a creer que la bisoñez es sinónimo de estupidez… y otra muy diferente la realidad de un juzgado con una demanda por negligencia sobre la mesa donde, a buen seguro, el que saldría mal parado… no sería el alumno.

3º Complejos. De esto habría mucho que hablar, tanto por una parte, como por la otra. Tan cargante resulta el personal abusón que luego en segundo o en tercero se torna «amistoso» (dos polos opuestos pero igualmente molestos), como el alumno que jura y perjura «putear» a su vez, cuando tenga responsabilidad en la planta, o alumnos a su cargo. Hay personas que verdaderamente parece que no maduran nunca, aunque desde mi punto de vista, el personal de la planta, por edad, por profesionalidad, y por conocimiento propio del término «trabajo en equipo», debería estar a un nivel muy por encima de este tipo de situaciones; desde luego, no debería generarlas, y evidentemente, si las detecta, debería reconducir la situación… se que es complicado, pero formar a alguien, no es simplemente hacerlo en «técnicas» (¿a alguien le suenan los contenidos transversales, a alguien le suena el CAP?), igual que ser madre no es simplemente «parir»… e igual que una madre se vuelca más con el hijo díscolo, las personas que presentan rasgos de este tipo, necesitarían más atención (¿se va notando lo verdaderamente jodido complicado que es tener a alguien bajo nuestra responsabilidad?).

4º «Observaciones». Curiosamente yo no tengo valoraciones en mis hojas, pero algunos compañeros comentan las suyas  y, o bien han leido mal, o quien las escribió tenía un verdadero problema (de ortografía por un lado -según me comentan-, y de objetividad por otro). Yo me remito a un caso que me contó una amiga enfermera, en relación a una alumna a su cargo, que tenía un verdadero problema para realizar la canalización de una vía… por lo visto, la chavala se resistía a intentarlo (era su demonio particular), e incluso somatizaba el tema… el caso es que la enfermera se las arregló para localizar a un paciente particularmente colaborador, e hizo que cuando se disponía a mostrarle una vez más el método a la alumna, la llamaran por una supuesta urgencia, quedándose por los alrededores, pero lejos de la vista de la alumna, a quien le encargó realizar la técnica. La muchacha no solo canalizó la via, sino que logró superar sus miedos, y la enfermera anotó en la hoja de observaciones algo así como… «quisiera que la alumna, cuando se enfrente a algún reto que le parezca complicado, recordase lo bien que lo hizo la primera vez que logró coger una vía»… no se vosotros, pero yo recordaría a esa enfermera siempre con muchísimo cariño.

Una última reflexión en cuanto a esto… creo que si alguien es incapaz de lograr que un alumno a su cargo realice tareas que puedan ser consignadas como refuerzo positivo en las observaciones, debería plantearse que quien lea sus notas, se cuestionará seria y fundadamente su capacidad para la formación (y eso pasa… me consta).

Bueno, habría mucho de lo que hablar en relación a las cosas que pasan en las prácticas, a las interpretaciones subjetivas, a la falta de ganas (todo ello por parte y parte), pero creo que me quedo con mi visión personalísima y si se quiere, un poco «flowerpower«; yo creo que el personal sanitario está hecho de una pasta especial, cuida esperando poco o nada a título personal, vive su trabajo con intensidad, y en vez de un pañal lleno de caca, sabe ver a la persona con necesidad de autocuidados, a la que no le gusta ser dependiente, la que se averguenza por hacer que otro le limpie el trasero, y si desempeña bien su labor… es como si encendiese una luz para esa otra persona… con la ventaja de que también ilumina su propio camino… ¿las notas?… pues francamente, me traen al pairo 😀

201

mensajes en el blog, y actualizado a la ultima versión de WordPress… po fale, po malegro


Free Fallin – Tom Petty & The Heartbreakers

maniobra de Heimlich

hoy hemos visto un vídeo sobre la maniobra de Heimlich. Como todos los vídeos que nos ponen, es de los años 50-60, y son bastante divertidos, de estética retro y con menos diálogo que una peli porno…

Primero montan una situación ficticia de lo menos creíble que poderse pueda, mientras un narrador en off, y con voz de doblaje de la época (acento latino como de dibujos animados), nos introduce en la escena… una chuletada, en la que un tío se mete un trozo de carne en la boca y…
atragantado

luego se pone (absoluta y literalmente) de este color…

pitufo

y tras realizarle la maniobra…

escupir

menuda hartada de reír, todo aderezado con explicaciones del tipo «esto le podría pasar a un ser querido de su familia o a vd. mismo» mientras suena de fondo una música tenebrosa… al locutor solo le faltó decir «y no olvide encargar su refugio nuclear hoy, nunca se sabe lo que puede pasar con vd. o su familia»… terrible, en youtube hay cientos de vídeos sobre el tema… por muy caro que costara en su día ese material didáctico, ya es hora de jubilarlo.

Al terminar, cuando nos preguntaron si había preguntas, casi suelto un «saber si desde los últimos 60 años hasta hoy ha habido algún cambio en la técnica», pero ya nos habíamos reído bastante, y no era plan de hacer más leña del árbol caído…

se me pega

la mala leche, lo noto, y no me gusta.

Todas las personas tenemos nuestro demonio particular, y yo no soy una excepción. A mi demonio me ha costado media vida «domesticarlo», pero en determinadas ocasiones, particularmente cuando estoy en un nivel de estrés máximo, asoma las garras, y hay veces que cuando me doy cuenta y vuelvo a cerrar la puerta de la jaula, el mal ya está hecho…

Eso me sucedió el domingo, cuando estaba en una terraza con dos amigos, mientras observaba a un hombre mayor, de unos 70 años, con tos perruna y tirando de cigarrito, mientras hablaba con una chica de otra mesa, Síndrome de Down, que le preguntaba si «estaba acatarrado», ya que el hombre no dejaba de toser y toser lastimosamente sin parar.

El caso es que él le decía que le habían dicho que tenía «noseque en los pulmones ostructivo», pero que eso debía ser una trola, ya que llevaba así como 20 años, y que de hecho fumaba desde hacía más de 40 años (añadió que en sus mejores tiempos hasta 4 cajetillas ¿¿??)… una negación como una casa, vamos.

Pasaron los minutos y el hombre se acerca a mi mesa para pedirme un cigarrillo, y en vez de callarme y dárselo, que es lo que debería hacer, no se me ocurre más que decirle «¿le suena la palabra EPOC?»… él asiente mientras saca el cigarro de la caja, e insiste en que lleva mucho tiempo con eso, y que lo del tabaco son tonterías y toda su negación; así que capullo de mi, totalmente fuera de contexto, sin que nadie me invitara y encima enarbolando mi propio cigarrillo, no se me ocurre otra cosa más que darle una lección magistral, explicándole el significado del término, añadiendo que la «C» es de «crónica», que por eso llevaba 20 años diagnosticado, y que además de ser algo muy serio, se agravaba con cada cigarrillo.

Y digo que todo esto ha sido fuera de contexto y digo que soy una mala bestia, y digo que tengo que sacudirme a toda costa ese sentimiento de paternalismo más propio de «Diostor» que de persona cabal, porque debí imaginar que acto seguido, el tipo lejos de asentir consternado, hacer acto de constricción y agradecer la gratuita e innecesaria charla, volvió a la carga con su negación, lo que me enojó primero, y luego, cuando apostilló «total, esto no me va a matar», me hizo bajar la guardia y sacar a la bestia.

Le contesté con un irónico «este quizás no, pero que se retorcerá por conseguir arañar una bocanada de aire que no logrará llevar a sus pulmones hasta que, llegado ese día, morirá asfixiado… eso es seguro», y como mi bestia lo es en grado mayúsculo, lo rematé con un «¿le doy fuego o tiene mechero?», todo lo cual hizo que mis acompañantes se taparan la boca de la risa… pero desde que la última sílaba salió de mi boca, yo ya sabía que el recuerdo de esa charla me acompañaría mucho tiempo, y no a modo de anécdota graciosa, sino como una acción vergonzosa de la que habría de arrepentirme.

Lo reconozco, siempre me ha molestado el rollo paternalista de la práctica, siempre he creido (y creo firmemente), que inspirar miedo es el último recurso a utilizar, y únicamente en dosis muy controladas, cuando el otro carece de la más mínima percepción de peligro… pero joder, no he nacido ayer… tendría que haber sabido controlarme y no volcar mi frustración como lo hice.

Bien, quede constancia de ello, aquí lo dejo escrito, con el firme propósito de no volver a dejarme llevar; no hablamos de razones, sino de resultados, debería haber estado por encima de la situación.

pared21

La próxima vez, debería quejarme de que nos convoquen a un seminario un sábado, y nos tengan esperando una hora, hasta que nos dicen que seguridad no tiene constancia de que se tenga que abrir la escuela, y nos tengamos que volver a casa y recuperar el día más adelante… que nos citen a las 15,30 para un seminario, que éste empiece casi 45 minutos tarde, y que yo me pierda la cita del dentista que tenía concertada hace dos meses… que vayamos a un examen a la hora convenida, el responsable llegue más de media hora tarde, y encima nos reste el tiempo… que se nos insista en que es una buena práctica higiénico-sanitaria fomentar entre nuestros pacientes lavarse las manos antes y después de orinar, y que deberíamos practicar con el ejemplo, y que nunca nunca nunca haya ni jabón ni papel para secarse las manos en nuestro baño… etc etc etc


Ironic – Sarah Whitfield

mi guerra

hace algún tiempo me quejaba aquí mismo, del coñazo de las promociones, ofertas, sorteos y demás sandeces que no hacen más que llegarme por teléfono.

En varias ocasiones me he puesto en contacto con las dos compañías de telefonía móvil con las que tengo línea, para explicarles que yo no quiero recibir bases de sorteos, ni necesito un Porsche, ni me interesa cambiar las condiciones de mi contrato, y que por muy extraño que pueda parecerles, me molesta que ellos me llamen a horas intempestivas los fines de semana incluidos, y que únicamente quiero esas líneas para recibir y enviar llamadas personales… pero no hay forma, siempre responden con un «tomamos nota para que no se vuelva a repetir»… pero siempre se repite, y es un verdadero coñazo.

Así que cuando hace una semana me vibró el teléfono en clase de Farma, decidí adoptar una actitud pasiva-agresiva, y descolgué, para que oyeran el ruido de fondo de la clase… eso pasó en Farmacología, en Médico Quirúrgica y en Materno Infantil… varias veces, y se repitió nuevamente una vez llegué a casa (yo con los cascos puestos oyendo música, y al otro lado, alguien desgañitándose)… y al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente… ellos gastan teléfono, y yo me limito a contestar y a no decir ni pio.

El jueves, pese a todo, me sentía generoso, así que como imaginé que quien llamaba no visitaba el blog, le acerqué el teléfono al auricular y le regalé la canción de fito y fitipaldis (y parece que le gustó, ya que aguantó casi toda la canción, y no cortó la llamada a los pocos segundos como suele ser habitual).

Pero ayer sábado pasó algo verdaderamente curioso que ha convertido las escaramuzas en una auténtica declaración de guerra… a las 9 de la mañana, después de haberme acostado un poco tarde viendo pelis… suena el móvil; como en el fondo soy un romántico acojonado, pensé que quizás llamaba el amor de mi vida o mi madre con alguno de sus achaques, así que con la mente completamente nublada pillé el móvil, que descansaba junto a mi en el otro lado de la cama, y despegando un poco un ojillo, acerté a ver el dichoso número de 4 dígitos, y cansado más que enfadado, solo acerté a hacer lo que suelo, descolgué y decidido a seguir durmiendo, dejé caer lánguidamente el teléfono y entonces ocurrió… sin proponérmelo (o si), me giré  intentando recuperar la postura original en la que estaba durmiendo, y me tiré un SONORO PEDO (en mayúsculas, para que se aprecie la cualidad mayúscula y escatológica de la acción)… y juro por Dios que pese a que ya estaba medio dormido, y a que tenía el teléfono bastante lejos de la oreja, alguien gritó tan fuerte amenazándome con que me llamaría de madrugada a partir de ahora, que pude oírlo con toda claridad.

¡es la guerra!

Hymn to the Fallen (Saving Private Ryan) – City of Prague Philharmonic Orchestra/Paul Bateman

Nota mental: apagar el móvil desde ahora cuando me vaya a la cama.

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