calma chicha
Una buena noticia, el plan de cuidados puede entregarse el martes, con lo que no tengo que sacrificar otro día de estudio con el papeleo… de resto, bien, tengo dos días completos para darle a los codos y darle el último empujón al examen de SP.
Hoy algunos pacientes han sido los involuntarios protagonistas de las anécdotas de la jornada, desde el que tiene dispuesta una sujeción porque está totalmente desorientado y no hace más que decir que le suelten, que va a perder la guagua, hasta el que le haces alguna monería y te regala una carilla arrugadita y desdentada que te dan ganas de comértelo.
La planta, como de costumbre, muy ajetreada… además de mi, otros dos compañeros andan tirando de algún AINE que otro y de fuerza de voluntad para llegar al final sin dejar de ir ningún día, pero todo va saliendo, y parece que sobrevivimos a la que quizás tiene la fama de más complicada de todo el hospital (a cambio, quizás sea la que más nos permita aprender esas técnicas que tanto nos harán falta el día de mañana).
Por lo demás, me ha tocado, además de las labores rutinarias (analíticas, gasometrías, medicación, dextrostix etc), asistir como poli malo (el que inmoviliza), en una toracocentesis y en la canalización de una vía central yugular, así que he tenido que repartir palabras de ánimo, alguna caricia cómplice y mantener la posición requerida para que se pudiera realizar la técnica; en el segundo caso, me ha costado más evitar que el abuelillo se propasara con la residente, que otra cosa… pero es que es curioso, prácticamente no responde a estímulos, pero cuando se le acerca una fémina, se queja con un «ay ay ay» que, más que un lamento, parece ser un «ay si yo te pillara», porque va acompañado de un sobeteo nalgueril de lo más significativo.
Justo cuando salía de la habitación, pasaba sus últimos segundos en este mundo una paciente a quién conocí el día anterior; su hija y su marido, unos encantos, gente sencilla, amable… y la paciente, una mujer tranquila que nunca se quejaba por nada la pobre… salía la auxiliar un tanto desencajada sabiendo que el fin era inminente, y yo entré justo en el momento en el que la mujer se nos marchaba (ya se conocía el desenlace), así que tuve tiempo de cogerle de la mano y acariciarle la cabeza, mientras ella simplemente se apagaba sin estridencias, tranquila, casi de puntillas, y ahí estuve hasta que se le arregló la cama, se le retiraron los sueros y se quedó a la espera de que la familia llegara después de avisarla por teléfono… seguramente no les veré más, pero les reconfortaría saber que ella no sufrió, estuvo acompañada y, seguro, notó que alguien se preocupaba simplemente por hacerle saber que no estaba sola.
Ale, y hoy como estoy un poco cañí, ahí va eso