vacaciones y notas

a la excitación propia por ser el último día de clases antes de las vacaciones de carnaval, se unieron hoy las caras largas y los corrillos entre los compañeros, por sus evaluaciones de las prácticas; existe una extendida queja generalizada en relación a la evaluación que se hizo en las unidades, y es que a la mayoría, le parece que las calificaciones fueron puestas al libre albedrío, a la baja, o sin la debida imparcialidad… en mi caso, me han retorcido el brazo para que me autoevalúe, así que he optado por lo de otras veces, ponerme en un término medio estricto, y por lo que escucho por los pasillos, es la tónica general.

Vamos por partes:

1º Confundir alumno con profesional. Básicamente la idea es que el estudiante en planta despliegue un conocimiento práctico de algo que únicamente ha visto en la teoría (en ocasiones ni eso), así que se puede caer en la tentación de «marcar» a alguien por el simple hecho de no mostrar soltura en una técnica, sin tener en cuenta que las prácticas son precisamente para eso, «para aprender a hacer». Lo más perverso de este supuesto, es que hay quien ni se molesta en enseñar a hacer, sino que sencillamente adopta la actitud de «quita que molestas y me retrasas», pero eso sí, luego se permite el lujo de calificar (a este grupo en particular sí que habría que hacerle una evaluación por parte del alumno, que ya que percibe unos ingresos por formación, también habría que valorar la calidad de su docencia -o la falta de ella-). Puestos a reflexionar, el mal profesor del pasado, no tiene razón alguna para quejarse del bajo nivel formativo de alguien que pasara una vez por sus manos… al fin y al cabo, estuvo en disposición de enseñarle, pero falló.

La contrapartida está en que el alumno mantenga una actitud positiva, sea curioso, pregunte y abra bien los ojos, para que aproveche al máximo cualquier posibilidad de aprender que se le ponga a tiro, ya que el día de mañana, se tendrá que buscar la vida solo… y es que de todo hay… como en botica, y los garbanzos negros no sólo se encuentran en los sacos de legumbres.

2º Equivocar el objetivo de las prácticas. Cuando hablo de esto, me refiero a que existe una idea extendida en las plantas en relación a que el alumnado «ha de sacar el trabajo adelante», y eso es una perversión. El alumnado no es el machaca de nadie, y aunque no lo diga en la planta, toma nota de quien le delega tomar tensiones o temperaturas a todos los pacientes, mientras el otro se eterniza tomando un café… aunque por otro lado, a todo alumno le gusta que le deleguen funciones, ya que ello lleva implícito un reconocimiento al dominio de determinadas técnicas. Llegados a este punto, como en casi todo, habría que conseguir un término medio, en el que el alumno pueda desarrollar con cierta autonomía sus prácticas, sin convertirse necesariamente en un robot que repite una y otra vez las tareas más simples y tediosas, y el personal debería recordar que el alumno que se le ha encomendado, puede cometer errores cuyo último responsable será quien le supervisa… y mucho ojo con esto, que una cosa es lo que se dice por los pasillos o en las clases, lo que se cree que el alumno sabe o deja de saber, o la tendencia de muchos a creer que la bisoñez es sinónimo de estupidez… y otra muy diferente la realidad de un juzgado con una demanda por negligencia sobre la mesa donde, a buen seguro, el que saldría mal parado… no sería el alumno.

3º Complejos. De esto habría mucho que hablar, tanto por una parte, como por la otra. Tan cargante resulta el personal abusón que luego en segundo o en tercero se torna «amistoso» (dos polos opuestos pero igualmente molestos), como el alumno que jura y perjura «putear» a su vez, cuando tenga responsabilidad en la planta, o alumnos a su cargo. Hay personas que verdaderamente parece que no maduran nunca, aunque desde mi punto de vista, el personal de la planta, por edad, por profesionalidad, y por conocimiento propio del término «trabajo en equipo», debería estar a un nivel muy por encima de este tipo de situaciones; desde luego, no debería generarlas, y evidentemente, si las detecta, debería reconducir la situación… se que es complicado, pero formar a alguien, no es simplemente hacerlo en «técnicas» (¿a alguien le suenan los contenidos transversales, a alguien le suena el CAP?), igual que ser madre no es simplemente «parir»… e igual que una madre se vuelca más con el hijo díscolo, las personas que presentan rasgos de este tipo, necesitarían más atención (¿se va notando lo verdaderamente jodido complicado que es tener a alguien bajo nuestra responsabilidad?).

4º «Observaciones». Curiosamente yo no tengo valoraciones en mis hojas, pero algunos compañeros comentan las suyas  y, o bien han leido mal, o quien las escribió tenía un verdadero problema (de ortografía por un lado -según me comentan-, y de objetividad por otro). Yo me remito a un caso que me contó una amiga enfermera, en relación a una alumna a su cargo, que tenía un verdadero problema para realizar la canalización de una vía… por lo visto, la chavala se resistía a intentarlo (era su demonio particular), e incluso somatizaba el tema… el caso es que la enfermera se las arregló para localizar a un paciente particularmente colaborador, e hizo que cuando se disponía a mostrarle una vez más el método a la alumna, la llamaran por una supuesta urgencia, quedándose por los alrededores, pero lejos de la vista de la alumna, a quien le encargó realizar la técnica. La muchacha no solo canalizó la via, sino que logró superar sus miedos, y la enfermera anotó en la hoja de observaciones algo así como… «quisiera que la alumna, cuando se enfrente a algún reto que le parezca complicado, recordase lo bien que lo hizo la primera vez que logró coger una vía»… no se vosotros, pero yo recordaría a esa enfermera siempre con muchísimo cariño.

Una última reflexión en cuanto a esto… creo que si alguien es incapaz de lograr que un alumno a su cargo realice tareas que puedan ser consignadas como refuerzo positivo en las observaciones, debería plantearse que quien lea sus notas, se cuestionará seria y fundadamente su capacidad para la formación (y eso pasa… me consta).

Bueno, habría mucho de lo que hablar en relación a las cosas que pasan en las prácticas, a las interpretaciones subjetivas, a la falta de ganas (todo ello por parte y parte), pero creo que me quedo con mi visión personalísima y si se quiere, un poco «flowerpower«; yo creo que el personal sanitario está hecho de una pasta especial, cuida esperando poco o nada a título personal, vive su trabajo con intensidad, y en vez de un pañal lleno de caca, sabe ver a la persona con necesidad de autocuidados, a la que no le gusta ser dependiente, la que se averguenza por hacer que otro le limpie el trasero, y si desempeña bien su labor… es como si encendiese una luz para esa otra persona… con la ventaja de que también ilumina su propio camino… ¿las notas?… pues francamente, me traen al pairo 😀

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