sacándole punta al lapicero
justo cuando un turno de trabajo termina, yo abro los ojos, me estiro y salto de la cama cambiando el calorcillo del edredón por el frio suelo mientras troto hacia el baño esquivando algunas esquinas (he convertido en arte sortear las esquinas de la cama y la cómoda mientras aún estoy con los ojos pegados… cuando fallo, el mordisco que recibo en los tobillos o en la cadera, me termina de despejar del todo).
Estoy un poco molesto con el tiempo, porque he convertido en costumbre pillar la moto e irme a buscar algún rincón tranquilo para estudiar (una cafetería, un banco en alguna plaza…) y así separarme del dichoso ordenador, que me roba más tiempo del que debería… pero el tiempo no acompaña y no tengo más remedio que quedarme en casa, así que voy del ordenador a la cama y de la cama de vuelta al ordenador, y aunque siempre he tenido un metabolismo bastante rápido (siempre tengo calor), llevo un mes encogido como un pollo y tampoco puedo quitarle la capota al coche -que es su único encanto-; detesto conducir, salvo si no hay prisa por llegar a ninguna parte, en buena compañía, con buena música, y dándome el sol en los morros.
Ayer me comentó un amigo que «El Aderno» ha abierto una dulcería en Santa Cruz hace un par de días, y me ha fastidiado un poco, ya que parte de la gracia de llevar precisamente esos dulces a la planta no era otro que hacerme una excursión hasta Buenavista del Norte y jugar en el futbolín de la plaza con algún parroquiano hasta hacerme ampollas en las manos como en mis mejores tiempos, para volver luego rapidito antes de que se descongelasen… así no hay manera de continuar manteniendo las buenas costumbres ¡cawen!; esos los ritos me gustan, le dan sentido y valor a las cosas que hago, los dulces, con ser buenos, son lo de menos (nota mental: NO visitar la dulcería de S/C).
Últimamente me he movido por La Laguna más que de costumbre… me encanta ir con los amigos a alguna tasca lejos del bullicio del cuadrilátero. La última vez fue en El Patio Canario, y a la hora de volvernos, les dije que yo iría por mi cuenta… quería ir por un camino algo más largo, pero que recorrí miles de veces cuando era un niño y… ufffff fue como si me transportase en el tiempo; el mismo frío, las mismas calles vacías, los mismos rótulos de las tiendas… hasta que llegué a la antigua casa de mis padres, así que miré dentro del viejo zaguán forrado de madera ¡y allí estaba! «Dr. XXXX XXXX medicina general y rayos X», casi me da un flato.
Así que ayer a medio día, me di una escapada a tomar café con un compañero (que está empeñado en superar su récord personal de ligues de fin de semana), y aprovechamos para ir a comprar unos preservativos a la farmacia de la Av. de la Trinidad… nuevo shock, nos atiende un rostro conocido… solo que 25 años más viejo sabio, así que le digo «¿te acuerdas de mi?»… me mira con los mismos ojos inexpresivos de siempre y me dice «pues no»… insisto, hoy estoy sentimental y dispuesto a reencontrarme con mi pasado cueste lo que cueste… «yo pasaba mucho por aquí de niño, a buscar las recetas de mis padres… yo si que te recuerdo a ti… joder… ¿cuántos años llevas ya trabajando en esta farmacia?», él mete los condones en una bolsita con la mirada baja, murmura un -pues ni idea- y se pira a la trastienda dejándome una rara sensación de vacío; volvemos al coche y pasamos por delante de la antigua casa de mis padres, así que miro buscando el referente del cartel y… no me lo puedo creer, ha desaparecido, han barnizado la madera, y el único recuerdo de que allí hubo antes una placa, es un casi inapreciable rectángulo ligeramente más claro que el resto… me ha sentado mal, hoy es como si alguien hubiera empezado a borrar todo aquello que me es familiar; dejo a mi amigo en su casa y me vuelvo a la mía con nubes grises en la cabeza.