mi guerra

hace algún tiempo me quejaba aquí mismo, del coñazo de las promociones, ofertas, sorteos y demás sandeces que no hacen más que llegarme por teléfono.

En varias ocasiones me he puesto en contacto con las dos compañías de telefonía móvil con las que tengo línea, para explicarles que yo no quiero recibir bases de sorteos, ni necesito un Porsche, ni me interesa cambiar las condiciones de mi contrato, y que por muy extraño que pueda parecerles, me molesta que ellos me llamen a horas intempestivas los fines de semana incluidos, y que únicamente quiero esas líneas para recibir y enviar llamadas personales… pero no hay forma, siempre responden con un «tomamos nota para que no se vuelva a repetir»… pero siempre se repite, y es un verdadero coñazo.

Así que cuando hace una semana me vibró el teléfono en clase de Farma, decidí adoptar una actitud pasiva-agresiva, y descolgué, para que oyeran el ruido de fondo de la clase… eso pasó en Farmacología, en Médico Quirúrgica y en Materno Infantil… varias veces, y se repitió nuevamente una vez llegué a casa (yo con los cascos puestos oyendo música, y al otro lado, alguien desgañitándose)… y al día siguiente, y al siguiente, y al siguiente… ellos gastan teléfono, y yo me limito a contestar y a no decir ni pio.

El jueves, pese a todo, me sentía generoso, así que como imaginé que quien llamaba no visitaba el blog, le acerqué el teléfono al auricular y le regalé la canción de fito y fitipaldis (y parece que le gustó, ya que aguantó casi toda la canción, y no cortó la llamada a los pocos segundos como suele ser habitual).

Pero ayer sábado pasó algo verdaderamente curioso que ha convertido las escaramuzas en una auténtica declaración de guerra… a las 9 de la mañana, después de haberme acostado un poco tarde viendo pelis… suena el móvil; como en el fondo soy un romántico acojonado, pensé que quizás llamaba el amor de mi vida o mi madre con alguno de sus achaques, así que con la mente completamente nublada pillé el móvil, que descansaba junto a mi en el otro lado de la cama, y despegando un poco un ojillo, acerté a ver el dichoso número de 4 dígitos, y cansado más que enfadado, solo acerté a hacer lo que suelo, descolgué y decidido a seguir durmiendo, dejé caer lánguidamente el teléfono y entonces ocurrió… sin proponérmelo (o si), me giré  intentando recuperar la postura original en la que estaba durmiendo, y me tiré un SONORO PEDO (en mayúsculas, para que se aprecie la cualidad mayúscula y escatológica de la acción)… y juro por Dios que pese a que ya estaba medio dormido, y a que tenía el teléfono bastante lejos de la oreja, alguien gritó tan fuerte amenazándome con que me llamaría de madrugada a partir de ahora, que pude oírlo con toda claridad.

¡es la guerra!

Hymn to the Fallen (Saving Private Ryan) – City of Prague Philharmonic Orchestra/Paul Bateman

Nota mental: apagar el móvil desde ahora cuando me vaya a la cama.

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