abducidos

En mi ausencia, hoy parece haber habido «bronca» por un «quítame esos rotuladores de pizarra que no pintan» (paciencia)… luego entrega de uniformes serigrafiados, que no nos han dejado del todo conformes (paciencia)… los compis de segundo y tercero vuelven de sus prácticas e inundan el pasillo común con su alegre algarabía (paciencia y miraditas a la puerta de cristal)… y es que la curiosidad no tiene límites, y es muy divertido ver a los compis del pasillo literalmente pegados a la puerta de cristal mirándonos inexpresivos.

En ocasiones tiende uno a sentirse un poco animalillo de zoológico, y en los primeros compases del curso llegamos incluso a fraguar una respuesta de lo más contundente pero antiestética, en forma de «calvo» (dícese de mostrar las nalgas sin el más mínimo pudor y con ánimo provocador y jocoso), pero el hecho de que los episodios se suceden cuando hay un profesor en el aula, que entre las destrezas de los de segundo se encuentra la de utilizar diferentes tipos de agujas, y que en un mundo eminentemente metrosexual, el que suscribe tiene un secreto apego a su peludo manto traseril, jamás se ha producido una réplica en condiciones.

Resultaba tan chocante en un principio, que me preguntaba si era alguna clase de novatada… ahora incluso es motivo de reflexión… esas caras mirando al vacío… ya no me siento tan encerrado, más pareciera que ellos añoran su aula, como quien evoca un lugar líquido y caliente, donde refugiarse de tanto trajín… otras me recuerdan escenas de películas donde las personas abducidas por seres extraterrestres localizan a los que todavía tienen un lado humano, y por un instante, los miran inmóviles e inexpresivos justo antes de señalarles con el dedo y emitir alguna clase de sonido gutural delatador.

Me consta que nuestras notas son comentadas (¡una de primero sacó XX en Ciencias de la Conducta!), e incluso hoy me han dado el más sentido pésame por mi primer revolcón (figurado) en el pasado examen de Biofísica y Bioquímica ¡jorl!… por si las moscas, empezaré a deambular inexpresivo por el pasillo, y aunque renqueante por el dolor, presto a salir como alma que lleva el diablo ante el menor indicio de abducción colectiva.

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